Viva Cristo Rey! Hoy es fiesta de San Cristóbal Magallanes y compañeros mártires



“Soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos”, fueron las últimas palabras que pronunció San Cristóbal Magallanes, mártir, frente a sus verdugos, antes de ser ejecutado. Su participación ejemplar en defensa de la fe católica y la libertad religiosa durante la Guerra Cristera está parcialmente recogida en la película “Cristiada” (2012).


Cristóbal Magallanes Jara nació en 1869, en Totatiche, Jalisco (México), en el seno de una familia muy humilde. Trabajó en el campo hasta que cumplió 19 años para ingresar después al seminario de Guadalajara. Allí se distinguió por su honradez, piedad y dedicación. Fue ordenado sacerdote en 1899.


El P. Cristóbal se desempeñó como capellán y subdirector de la Escuela de Artes y Oficios de Guadalajara. Organizó centros catequéticos y escuelas en las rancherías, y construyó un orfanato. Fue nombrado párroco de Totatiche, su tierra natal, cargo que desempeñó por 17 años, hasta su muerte.


El 21 de mayo de 1927, San Cristóbal Magallanes se dirigía a celebrar una fiesta religiosa en honor a Santa Rita en uno de los ranchos de los alrededores, cuando se produjo una balacera entre cristeros y las fuerzas federales. El sacerdote fue arrestado y conducido a la prisión de Totatiche, donde fue encarcelado junto a su vicario, el P. Caloca.


Horas más tarde, los dos fueron trasladados al palacio municipal de Colotlán, Jalisco, y acusados de conspirar contra el gobierno. Como no había ninguna prueba de ello, se decidió que ambos sacerdotes fueran ejecutados simplemente por ser sacerdotes. Cuatro días después, el 25 de mayo, el P. Magallanes y el P. Caloca fueron sacados al patio para ser fusilados. El P. Cristóbal al ver a su compañero presa del miedo, le dijo: “Tranquilízate hijo, solo un momento y estaremos en el cielo”.


Después de darse la absolución el uno al otro, cayeron abatidos por el fuego del pelotón de fusilamiento. El P. Caloca llegó a gritar: “Por Dios vivimos y por Él morimos”.


San Juan Pablo II canonizó a ambos sacerdotes, el 21 de mayo del año 2000, junto a otros 23 mártires, entre ellos tres laicos:


Roman Adame Rosales, Sacerdote

Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote

Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote

Luis Batis Sainz, Sacerdote

Mateo Correa Magallanes, Sacerdote

Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote

Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote

Pedro Esqueda Ramirez, Sacerdote

Margarito Flores Garcia, Sacerdote

Jose Isabel Flores Varela, Sacerdote

David Galvan Bermudez, Sacerdote

Salvador Lara Puente, Laico

Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote

Jesus Mendez Montoya, Sacerdote

Manuel Morales, Laico

Justino Orona Madrigal, Sacerdote

Sabas Reyes Salazar, Sacerdote

Jose Maria Robles Hurtado, Sacerdote

David Roldan Lara, Laico

Toribio Romo Gonzalez, Sacerdote

Jenaro Sanchez Delgadillo, Sacerdote

David Uribe Velasco, Sacerdote

Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote

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