Por Melvin
Matthews
Recordaré
eternamente al Padre Guillermo Rosario como un ministro de Dios: hombre de profunda fe cristiana, espíritu
indomable, inquebrantable vocación sacerdotal, evangelizador y catequista de
obra y palabra, de amor al prójimo, alejado de los vicios, desapegado de las
cosas materiales y de las veleidades carnales.
El Padre
Guillermo -como le gustaba ser llamado- ha partido al encuentro con el creador
la madrugada del martes 5 de mayo a la productiva edad de 51 años. Deja una
larga, fructífera e inolvidable estela de amor y caridad entre miles de
feligreses, hermanos en la fe que le conocieron, y entre amigos, como mi esposa
y yo, sobre quienes solía derramar la savia de sus consejos espirituales.
Doctor en
derecho canónico egresado de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma,
Guillermo se ordenó sacerdote en el Seminario Redemptoris Mater de Santo
Domingo en 1997, donde posteriormente se desempeñó como formador y Vicerrector.
Actualmente, era juez del Tribunal eclesiástico del Arzobispado de Santo
Domingo, Capellán Mayor de la Fuerza Aérea Dominicana y párroco de la Iglesia
Nuestra Señora del Carmen de la Base Aérea de San Isidro. Construyó con sus
propias manos la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesus, en Sabana Pérdida,
Villa Mella, comunidad donde no solo es querido, sino casi venerado. Pertenece
al Camino Neocatecumenal, caminaba en la Séptima Comunidad de la Parroquia
Santa Maria Reyna y sirvió en la Iglesia Santa Bárbara, en la zona colonial.
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Guillermo no
ha muerto del Covid-19. Sus padecimientos de salud comenzaron el 10 de
diciembre del 2010 cuando llegó a Camerún, África, a participar en la
ordenación sacerdotal de su ahijado Anthony Acosta. Estuvo acompañado en esa
ocasión del padre José Ángel Cantarero, hondureño que sirvió aquí en San
Gabriel y de Mercedes Gonzalez, fallecida, y Tomás Berroa. De Camerún,
Guillermo llegó contagiado de una peligrosa bacteria que enfermó
permanentemente su estómago, complicó su diabetes y afectó sus sistemas
cardiovascular y circulatorio. Está sepultado
en el Cementerio San José de la Casa Arquidiocesana Maria de La Altagracia.
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