EL PASTOR Y
LA PUERTA
Cuarto
domingo de Pascua, Domingo del Buen Pastor y “Jornada Mundial de Oración por
las Vocaciones y Jornada de las vocaciones nativas” este año con el lema “Jesús
vive y te quiere vivo”. En el mundo de hoy, como en tiempo de Jesús, la mies es
abundante y los obreros pocos. Todos -pastores, personas consagradas y fieles
laicos- somos responsables de impulsar una cultura vocacional, de hacer crecer
en la fe cada día nuestras comunidades cristianas, para que la llamada de Dios
pueda ser respondida con prontitud para el bien de todos.
El
evangelio de hoy nos propone la figura del Buen Pastor: “que da la vida por sus
ovejas, las conoce, las ama y se entrega por ellas”. El Buen Pastor es
Jesucristo. En nuestra sociedad existen muchos púlpitos desde donde los líderes
hablan, gritan y manipulan, presentan sus programas o intentan vendernos sus
productos. Jesús, “desde el púlpito de la cruz”, anuncia su mensaje veraz y es
el primero que da testimonio del mismo al entregar su vida por todos.
Jesucristo ni manipula ni instrumentaliza. No se aprovecha para sus intereses,
ni busca el voto ni las influencias, sino que da la vida por todos y cada uno,
interesándose por cada historia personal. La lógica de Jesucristo es “servir y
dar la vida” por los que ama. Su palabra no es aduladora ni promete falsos
paraísos…; es la voz fascinante, cercana y comprensiva. Su vida y su palabra
son las que han seducido a tantos y tantos a lo largo de la historia de la
humanidad: los que se han consagrado a una vocación especial en la Iglesia, y
también los que cada día quieren ser sus discípulos. Y sigue llamando.
La imagen
del pastor que entra por la puerta -que narra hoy el evangelio- era una
práctica común en Palestina. Varios rebaños, precedentes de pastores
diferentes, podían pasar la noche en un mismo recinto cerrado y custodiados por
un único vigilante; por la mañana los pastores cruzaban la puerta del recinto
para recoger sus rebaños.
Dios es ese
redil, un hogar para la vida de toda persona, un hogar donde el ser humano
encuentra reposo, paz y sosiego, y Jesucristo es la puerta que nos hace pasar a
ese lugar de acogida y cuidados. Quien ha tenido un hogar, quien ha recibido
cuidados, también sabe procurar hospitalidad para otras personas. Por eso, la
comunidad cristiana, que se sabe acogida y sostenida en el hogar de Dios, está
llamada a ser lugar de acogida y encuentro, un hogar en el que todos encuentren
hospitalidad, descanso y apoyo.
Concluyo
esta glosa invitándoos a orar con una súplica que bien podemos poner en boca
del mismo Jesucristo, Buen Pastor, el Dios humilde que mendiga la ayuda y la
colaboración del hombre: “Necesito tus manos para seguir bendiciendo; necesito
tus labios para seguir hablando; necesito tu cuerpo para seguir sufriendo;
necesito tu corazón para seguir amando. Te necesito… para seguir salvando a los
hombres, mis hermanos”.
Luis Emilio
Pascual Molina
Capellán
de la UCAM
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