Contemplad al autor y mantenedor de la fe, a Jesús, quien, siendo inocente, padeció por obra de los suyos”, escribió una vez San Raimundo de Peñafort, santo dominico que humildemente ocupó cargos importantes, escribió libros que se hicieron famosos y hasta viajó por el mar en una barca hecha con su túnica. Es patrono de los juristas católicos y su fiesta se celebra cada 7 de enero.
Raimundo,
cuyo nombre significa “buen consejo”, nació por el año 1175 en Peñafort, cerca
de Barcelona en España. Poseía una inteligencia extraordinaria y a los 20 años
fue profesor de filosofía en Barcelona.
A los 30
años estudió en la Universidad de Bolognia, Italia, con la finalidad de perfeccionar
su conocimiento de derecho civil y canónico. Luego se doctoró y trabajó como
docente. Más adelante sirvió como archidiácono de la Diócesis de Barcelona.
En 1222
ingresó a la Orden de Predicadores (Dominicos). El Santo pidió que le
impusieran penitencias severas y oficios humillantes. Él consideraba que el
orgullo era un peligro para el alma. Sin embargo, los superiores le
encomendaron la labor de investigar cómo responder a las difíciles
preguntas sobre moral que los fieles presentaban.
Como resultado
se obtuvo el libro “Summa de casibus paenitentialibus”, la primera obra en su
género y que se volvió muy famosa, sirviendo de gran provecho para confesores y
moralistas.
Trabajaba
arduamente en la predicación, instrucción y confesión. En 1230 el Papa Gregorio
IX lo llamó a Roma y lo nombró su confesor. Además le encomendó reunir el
Corpus canónico de los decretos de los Pontífices y concilios que no estuvieran
ya en la colección que Graciano había hecho en 1150.
De esta
labor se publicó su famoso libro, en 5 volúmenes, titulado “Decretales”. Esta
compilación fue considerada como la mejor colección de derecho canónico hasta
la compilación del “Codex Juris Canonici” en 1917.
A pesar de
las súplicas del Santo, el Papa lo nombró Obispo de Tarragona, pero poco
después San Raimundo enfermó gravemente y el Pontífice lo liberó, pidiéndole
que propusiera un candidato apto para el cargo.
Regresó a
Barcelona, su tierra natal, para recuperarse de la enfermedad y tanto la Santa
Sede como el rey le encomendaron trabajos importantes. De los escritos de San
Raimundo destacó la “Summa casuum”, sobre la administración genuina y
provechosa del Sacramento de la Penitencia.
En 1238 los
diputados del Capítulo General de la Orden Dominica fueron a Barcelona para
anunciarle a San Raimundo que había sido elegido como superior general. Por
obediencia, el Santo aceptó y visitó a pie todas las casas de la Orden,
inculcando el amor a la vida entregada en regularidad, al estudio y los
misterios espirituales.
Más adelante
obtuvo que se aprobara una medida que aceptara la dimisión voluntaria del
superior cuando éste tuviera razones justas. De esta manera pudo renunciar al
cargo fundamentándose en su edad, al haber cumplido 65 años.
Los
siguientes años los empleó en la evangelización, esclareciendo la doctrina ante
herejías y buscando la conversión de todos, incluidos judíos y musulmanes.
Cierta
ocasión se encontraba acompañando al rey Jaime a Mayorca, un soberano mujeriego
que había prometido enmendarse, pero que no cumplió su promesa. En vista de
ello, San Raimundo pidió licencia para ir a Barcelona, pero el rey se lo negó y
amenazó de muerte a quien se atreviera a sacarlo de la isla.
Ante esto,
el Santo dijo: "Los reyes de la tierra pueden impedirnos la huida, pero el
Rey del cielo nos dará los medios para ello". Luego se fue al mar,
extendió su túnica sobre el agua, ató un extremo de ella a un palo para que
sirviera de vela, hizo la señal de la cruz y subió sobre la “barca”.
Milagrosamente
la “nave” llegó a Barcelona y San Raimundo fue recibido con aclamaciones por la
gente que lo vio llegar. El Santo, sin inmutarse, recogió su túnica, que estaba
seca, la puso en sus hombros y se fue a su monasterio. En el sitio que
desembarcó se construyeron una capilla y una torre.
Durante su
última enfermedad fue visitado por los reyes Alfonso de Castilla y Jaime de
Aragón. San Raimundo partió a la Casa del Padre el 6 de enero de 1275 con 100
años de edad. Sus restos mortales reposan en la catedral de Barcelona, España
Comentarios
Publicar un comentario