Cada 22 de
febrero, la Iglesia celebra la Fiesta de la Cátedra de San Pedro, una ocasión
importante que se remonta al siglo IV y que rinde homenaje al primado y
autoridad del Apóstol Pedro, el primer Papa de la Iglesia.
Esta
celebración recuerda además la potestad conferida por Cristo al Apóstol cuando
le dice, según relatan los Evangelios: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia. Y las puertas del infierno no prevalecerán sobre
ella".
La palabra
"cátedra" significa asiento o trono y es la raíz de la palabra
catedral, la iglesia donde un obispo tiene el trono desde el que predica.
Sinónimo de cátedra es también "sede" (asiento o sitial): la
"sede" es el lugar desde donde un obispo gobierna su diócesis. Por
ejemplo, la Santa Sede es la sede del Obispo de Roma, el Papa.
La cátedra o
sede que actualmente se conserva en la Basílica de San Pedro en Roma fue donada
por Carlos el Calvo al Papa Juan VIII en el siglo IX, con motivo de su viaje a
Roma para su coronación como emperador romano de occidente. Este trono se
conserva como una reliquia, en una magnífica composición barroca, obra de Gian
Lorenzo Bernini construida entre 1656 y 1665.
La obra de
Bernini está enmarcada por pilastras. En el centro se sitúa el trono de bronce
dorado, en cuyo interior se encuentra la silla de madera y que se decora con un
relieve representando la “traditio clavum” o "entrega de llaves".
El trono se
apoya sobre cuatro grandes estatuas, también en bronce, que representan a
cuatro doctores de la Iglesia, en primer plano San Agustín y San Ambrosio, para
la Iglesia latina, y San Atanasio y San Juan Crisóstomo, para la Iglesia
oriental.
Por encima
del trono aparece un sol de alabastro decorado con estuco dorado rodeado de
ángeles que enmarca una vidriera en la que está representada una paloma de 162
cm de envergadura, símbolo del Espíritu Santo. Es la única vidriera coloreada
de toda la Basílica de San Pedro.
Todos los
años en esta fecha, el altar monumental que acoge la Cátedra de San Pedro
permanece iluminado todo el día con docenas de velas y se celebran numerosas
misas desde la mañana hasta el atardecer, concluyendo con la Misa del Capítulo
de San Pedro.
De los
Sermones de san León Magno, papa
(Sermón 4 En
el aniversario de su entronización, 2-3: PL 54, 149-151)
LA IGLESIA
DE CRISTO SE APOYA EN LA FIRMEZA DE LA FE DE PEDRO
De entre
todo el mundo, sólo Pedro es elegido para ser puesto al frente de la multitud
de los llamados, de todos los apóstoles, de todos los Padres de la Iglesia;
pues, aunque en el pueblo de Dios son muchos los sacerdotes, muchos los
pastores, a todos los rige Pedro, bajo el Supremo gobierno de Cristo. Dios,
amadísimos hermanos, se dignó conceder a este hombre una grande y admirable
participación en su poder; y todo aquello que quiso que los demás jefes del
pueblo tuvieran en común con él se lo otorgó a través de él.
El Señor
pregunta a los apóstoles qué piensa la gente acerca de él, y su respuesta
concuerda en cuanto que expresa la desorientación de la ignorancia de los
hombres.
Pero tan
pronto como interroga a sus discípulos sobre la convicción que ellos tienen, el
primero entre ellos en dignidad es el primero también en confesar al Señor.
Cuando Pedro hubo dicho a Jesús: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, Jesús
le respondió: Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te
lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Es
decir: «Bienaventurado eres, porque mi Padre te ha instruido; no has sido
engañado por las opiniones terrenas, sino que te ha iluminado la inspiración
celestial; ni la carne ni la sangre te han proporcionado el conocimiento de mi
persona, sino aquel de quien soy el Hijo único.»
Y yo -añade-
te digo; esto es: «Así como mi Padre te ha revelado mi divinidad, así quiero yo
a mi vez darte a conocer tu propia dignidad: Tú eres Pedro», esto es: Yo soy la
piedra inquebrantable, yo soy la piedra angular que hago de los dos pueblos una
sola cosa, yo soy el fundamento fuera del cual nadie puede edificar; pero
también tú eres piedra, porque por mi virtud has adquirido tal firmeza, que
tendrás juntamente conmigo, por participación, los poderes que yo tengo en
propiedad.»
Y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del infierno no la derrotarán.
«Sobre esta piedra firme -quiere decir- edificaré un templo eterno, y la alta
mole de mi Iglesia, llamada a penetrar en el cielo, se apoyará en la firmeza de
esta fe.»
Los poderes
del infierno no podrán impedir esta profesión de fe, los vínculos de la muerte
no la sujetarán, porque estas palabras son palabras de vida. Ellas introducen
en el cielo a los que las aceptan, hunden en el infierno a los que las niegan.
Por esto
dice Jesús al bienaventurado Pedro: Yo te daré las llaves del reino de los
cielos; y todo lo que atares sobre la tierra será atado en el cielo, y todo lo
que desatares sobre la tierra será desatado en el cielo.
Verdad es
que este poder fue comunicado también a los demás apóstoles y que este decreto
constitutivo concierne igualmente a todos los que rigen la Iglesia; pero, al
confiar semejante prerrogativa, no sin razón se dirige el Señor a uno solo,
aunque hable para todos, la autoridad queda confiada de un modo singular a
Pedro porque él es constituido cabeza de todos los pastores de la Iglesia.
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