SALUD DEL PADRE LUIS ROSARIO SE AGRAVA POR LAS COMPLICACIONES DEL COVID; CUANDO YO ME MUERA, ASÍ ESCRIBIÓ
La salud del padre Luis Rosario se agravó a causa de las
complicaciones del COVID. Los médicos que le asisten han considerado oportuno
llevarlo a la Unidad de Cuidados Intensivos. Dada la alteración de la función
respiratoria han procedido a ventilarlo y oxigenarlo mecánicamente. Pedimos sus oraciones por él para que la
fuerza del Espíritu Santo y la protección materna de María Auxiliadora le
asistan en estos momentos.
Apropósito del Padre Luis Rosario, así escribió en una
oportunidad
Cuando yo me muera
Por el Padre Luis Rosario
El celular, con su implacable
dictadura vibrante, me hizo nuevamente un reclamo insistente, al que no tuve
más remedio que prestarle atención.
-Aló… ¿Y cuándo fue?… ¿En qué
funeraria?…..
Pocas palabras bastaron para
describirme, con extrañeza de mi parte, la muerte de un niño de diez años.
”Un niño de diez años”- me
repetía interiormente. Y, sin necesidad de otra motivación, me entretuve
pensando en la muerte.
”Un niño de diez años”- me dije
de nuevo. “Entonces, caramba, la cosa va en serio” -murmuré entre mi.
Y, cosa rara, pensé en mi
propia muerte y en las cosas que me gustarían, o no, cuando yo muera. Y me
dije:
Me gustaría una caja bien
sencilla y, si no fuera por el mal olor, preferiría una de tablas de cajas de
arenque, como hacía la gente pobre de nuestros campos.
Prefiero que la caja esté
totalmente cerrada, sin vidrio, para que la gente no me vea, o mejor, para no
ver a la gente. Sería muy deprimente ver a alguien llorar delante de mí,
moviendo la cabeza como un junco, de un lado a otro, y profiriendo expresiones
las más de las veces incoherentes.
No quiero flores (tal vez una o
dos rosas). Los muertos casi se ahogan con una colección incontrolable de
arreglos florales, costosísimos y de poco valor, si se usa la balanza del
corazón. Ese dinero podría utilizarse para comprar alimento para tantos niños y
niñas abandonados, acogidos, con grandísimo sacrificio, por gente que se ham
entregado a hacer de zánganos de padres irresponsables, por amor a la vida.
Si a alguno se le ocurriera,
cosa impensable, tirar en mi honor 21 cañonazos, prefiero que delante de mi
ataúd se rompan y trituren aunque sea 21 armas de fuego. ¡Ya en algo saldríamos
ganando, haciéndolas añicos! Evitaríamos también contaminar el ambiente con
ruidos artificiales.
Me gustaría que la gente que me
acompañe hasta el lugar de mi último descanso, no vaya con traje, menos aún de
color negro. Además del calor que hace en los cementerios, le daría demasiado
caché al acontecimiento. Las camisas y los poloshirts son más cómodos y más
“transparentes”; esto en relación a las actitudes sinceras de amistad. Que no
se les ocurra tampoco llevar lentes de color oscuro; me huelen a hipocresía.
El coro para la misa, prefiero
que esté conformado por muchachos de la calle, aunque desafinen; cantan más con
el corazón que con la boca.
Y como a los presidentes se les
ocurren muchas cosas buenas y tienen asesores para todo, quisiera que uno de
sus asesores, el que tenga menos qué hacer, le sugiriese que, en lugar de
decretar tres días de duelo, decretase llevar al Poder Legislativo un
anteproyecto urgente para declarar tres días de amnistía, para ver si algunos
de los cientos de miles de gente sin nombre y nacionalidad, sin actas de
nacimiento, que hay en el país, se les da la oportunidad de llegar a ser gente,
al menos bajo el punto de vista legal.
Me gustaría que todo el que
vaya al entierro llevase una vela, por si acaso nos coge la noche en el
camposanto, porque de seguro no habrá luz eléctrica a la salida.
Al final, al salir del
cementerio, quisiera que cayese una buena lluvia para que, después de un día
tan agotador, la gente, sobretodo los niños y niñas, se puedan dar un buen
baño, porque de seguro que no habrá agua cuando regresen a sus hogares.
¡Ah, se me olvidaba! Quisiera
que si algún MCS (periódico, radio, televisión) publicase la noticia de mi
muerte, no la titulase: “Lamentable fallecimiento”, porque es sumamente
lamentable que no encontremos otra expresión menos lamentable.
Finalmente, le pido a Dios que,
cuando muera, le pueda dejar a la gente un poco de buen sabor, un chin de miel,
porque, con lo cara que está el azúcar, al menos con mi recuerdo se endulcen un
poco la boca.
¡Rrrrrrrr…! De nuevo el
celular, con su acostumbrada impertinencia, vibrando con todo “power”, como
para evitar que lo ignorase, me bajó de las nubes y me trajo aquí a la
realidad, recordándome que “la vida no se detiene, prosigue su agitado curso”.!
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