ENTREGA DEL PADRENUESTRO


En esta semana hacemos entrega de la Oración del Señor. Una de las lecturas que pone el ritual son Oseas 11, 1. 3-4.8c-9. Ahí es donde se habla de la paternidad de Dios. Como Dios se muestra como un Padre y su hijo, Israel, es rebelde. Ahí está la imagen del Padre misericordioso del hijo pródigo (Lc 15,11-32). Es muy importante hacer ver que esta oración es importante. Que no se puede cambiar ninguna de las palabras que están fijadas en cada fórmula. Estas fórmulas son entregadas por Jesucristo a sus discípulos. la Iglesia conserva estas fórmulas como la ha recibido y la entrega tal como las recibió. En el Evangelio de San Mateo 6,9-13 tiene siete peticiones y en San Lucas 11,2-4 tiene cinco peticiones. No es que a uno le faltan peticiones y el otro tiene demás. Es una oración perfecta y viene en ayuda de nuestra debilidad como lo expresa San Pablo:  "Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión en favor de los santos es según Dios" (Rom 8,26-27). Por eso, al ser bautizados recibimos el espíritu de adopción que nos hace exclamar: "Abdá" (Rom 8,15-17 y Gál 4,6). De este modo, hemos recibido un poder, rezamos no como esclavos sino como hijos. Así como un sacerdote puede hacer el rito consecratorio en la Eucaristía por ser ungido con el Santo Crisma y transformar las especies Eucarísticas así un bautizado cuando reza la Oración Dominical tiene un efecto, un poder en los labios de un bautizado. Es la oración de los hijos de Dios, de un reino de sacerdotes (cfr. Ap 5,9-10). Por eso, en la unción con el Santo Crisma seremos constituidos sacerdotes, profetas y reyes. De eso hablaremos en los tres primeros días en la feria menor de Semana Santa. Ahí se entregan las tres catequesis del Siervo de Yahvé. 


Vamos ahora a esta Santa Oración. Lo primero que vemos en la Oración Dominical es: Padre nuestro, que estás en el cielo. Con solo decir Padre es mucho. Una de las fórmulas litúrgicas que tiene el Misal para que el que preside invite a la asamblea a rezar es: "Fieles a la recomendación del Salvador y, siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir." Es un atrevimiento de nuestra parte llamar a Dios como Padre. Por eso los judíos llamaron blasfemo a Jesús y esa blasfemia era condenada con la muerte. Nosotros sin freno y sin ninguna reverencia recitamos las palabras de esta Santa y Sagrada Oración sin temor muchas veces. 


Otra palabra que corremos y no la tomamos en cuenta es "nuestro." Dios no es mío, no es una relación egoísta y egocéntrista. En vez de poseer y apropiarse yo soy acogido por una comunidad de hermanos.


La introducción de esta oración termina con que "estás en el cielo." Esto significa la herencia a la que estamos llamados todos los bautizados.


Luego, siguen las siete peticiones. Están divididas en dos bloques. Hay tres peticiones dirigidas a realizarse en función de primer mandamiento y las últimas cuatro peticiones al segundo mandamiento.


En el primer bloque están estás peticiones:


- Santificado sea tu nombre. El nombre de Dios es santificado cuando lo amamos con toda nuestra mente. El profeta exclama: "Escucha, Israel, mandatos de vida; presta oídos para aprender prudencia... Es que abandonaste la fuente de la sabiduría" (cfr. Ba 3,9-15.32-4). Porque no nos hemos hecho sabios en la Ley del Amor que hemos recibido. 


- Venga a nosotros tu reino. Esta petición es un grito nuestro de que sea Dios el Soberano y no nosotros. Es un reconocer el poder de Dios (Sal 99,3). Es amarlo con todas las fuerzas, es decir, ser humildes y no querer usurpar la soberanía de Dios. Es pedir que sea el Reino donde reine Dios y no yo o nosotros. 


- Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Esta petición está implícito en "venga a nosotros tu Reino" en San Lucas y la une la segunda y la tercera. Esta petición pide a Dios que podamos amarlo con todo el corazón. Muchos dicen: Haga el Señor su voluntad. Hay que tener cuidado porque en estas tres peticiones tienen algo en común. La palabra tu. Muchos la cambian por "su." Si yo estoy rezando a Dios encontra del Maligno y me dirijo al Padre para que me libre del mal y en vez de decir "tu" digo "su" toda la oración pierde la orientación oropia. Estoy pidiendo con el su, que sea santificado el nombre de Satanás, que venga el Reino de Satanás y que el Señor haga la voluntad de Satanás. 


Luego seguimos con el siguiente  bloque de peticiones y que son dirigidas al prójimos. Aquí con otras palabras pedimos que pueda amar a mi prójimo como a mí mismo. Padre, que podamos amarnos como tu Hijos nos ha amado. Todas estas peticiones las acompaña un nos. Esta oración viene en ayuda de nuestra debilidad. No a mí sino a nosotros, la fuerza de rezar sin límites, sin egoísmo, de rezar llevado por las pasiones carnales. 


- Da-nos nuestro pan de cada día. Aquí no pedimos por la comida. Dios sabe que tenemos necesidad de alimentarnos. Aquí pedimos que no nos falte su palabra, que no nos falte la Eucaristía. Se reza por mí, mis familiares, amigos, enemigos y desconocidos. Que salga de nuestro ser el deseo de que nuestro alimento sea hacer la voluntad del Padre (Jn 4,34) y la voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la verdad (cfr. Jn 6,38-39). Seguimos con las otras cuatro peticiones:


- Perdona-nos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Igual que en la primera rezamos por nosotros que nos hemos ofendido, por mí que ofendí a mi prójimo, a mi amigo, al desconocidos. Ofendí y fui ofendido. Perdona a esta persona que ofendí y que me ofendió. Eso lo hacemos solo rezando el Padrenuestro. Por eso es que esta oración viene en ayuda de nuestra debilidad. Es lo que hace Jesucristo en la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34). También San Esteban: "Señor, no le tengas en cuenta este pecado" (Hech 7,60). En esta petición es donde más se revela el ser de Dios: "Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro Padre Celestial" (Lc 6,36).


- No nos dejes caer en la tentación. Aquí no dice no nos dejes caer en tentación. Dice que no permitas que caigamos en la tentación. Hay muchas tentaciones pero una es la madre de todas y de esa es que no nos dejes caer: la Soberbia. Ese es el pecado del mundo, el gran pecado, el pecado primordial. Ese pecado nos lleva a dudar de Dios y de su amor. Es el pecado de la serpiente antigua y ella quiere que también participemos con ella de esa ruptura en la que ella vive. La Iglesia presenta en la Eucaristía a Jesús como el Cordero de Dios, humilde, lo contrario a la soberbia del maligno. Él es el que quita este pecado mostrándose como un cordero. 


- Líbra-nos de todo mal. San Lucas no la menciona pero queda implícita en la anterior. Aquí se desarrolla. En esta petición siempre se piensa que pedimos por protección. Que nos vaya bien, que no nos pase nada, que no tengamos enfermedades, fracasos, entre otras cosas parecidas. Aquí pedimos que no nos dejes caer en obras inicias, de hacerle daño a mi prójimo, que me libre del mal o el malo, que es el demonio. Por eso en la Liturgia de las Horas empezamos diciendo: "Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme." 


Todas estas fórmulas son una ayuda para nosotros mismos. Lo que pedimos a Dios son una ayuda a conocer, descubrir que es lo perfecto, lo santo, lo que Dios quiere que se dé en nosotros. En la medida que somos conscientes de lo que significan estas fórmulas más santos nos hacemos. Nuestra oración es un grito al Padre, un parecernos más al Hijo y una instrucción del Espíritu Santo al conocimiento de la verdad

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