DOMINGO IV DEL TIEMPO DE ADVIENTO




El Emmanuel nacerá de una Virgen.


Cuando comenzamos el Adviento la Liturgia de la Palabra nos introducía con este anuncio: "Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob." El nos invitaba a un lugar que se parecía al Edén. Era el lugar donde se vivía un amor esponsal.


El segundo domingo, la misma Liturgia nos llevaba en esa misma línea. Dios creó, con su palabra, un lugar donde Adán y Eva vivían una relación plena, en un estado de santidad y justicia original. Por la palabra de la serpiente su vida se volvió un desierto y el profeta anuncía: "El niño de pecho retoza junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetados extiende la mano hacia la madriguera del áspid." El desorden del Paraíso se recupera con la llegada del Mesías.


Todas estas realidades se convierten en motivo de esperanza. En el domingo tercero se anuncia a la alegría y el regocijo. A fin de año la Iglesia, en su visión escatológica, nos ayuda a salir de un agujero negro. Nos llama a despertar porque y pone en nuestros labios estas palabras: "Ven, Señor, a salvarnos." ¿De qué nos tiene que salvar el Señor? Nos tiene que salvar de la tristeza, de la depresión, de la desesperación, del pecado, de destruir la vida con la doblez, de pensar que la vida es un fracaso, de la soledad, de sentirnos devastados, abandonados, ultrajado, violentados, no vale estar casado, del adulterio, la decepcion de los hijos y, sobre todo, la desesperanza. Por eso, San Pablo ánima dicuendo: "Vivid alegres porque Dios suscitará una fuerza de salvación. Cuando ya tiramos la toalla porque no hay esperanza, Dios aparece.


Hoy, en el cuatro domingo de Adviento, vemos un ángel que nos salva de nuestra pequeñez. Nos redumensiona a planos gigantes. Hace que nuestro proyecto de vida no se quede en lo ordinario. Hace que nos veamos en José que tenía el proyecto de fundar una familia de pueblo en el anonimato. Dios tenía planes extraordinarios con él. Aquí todo se llena de luz, de alegría y de júbilo. La señal que tenía que pedir Ajaz la ha visto José en la gruta de Belén y la ha visto en lo alto del cielo.


Yo te invito a ver estos mismos acontecimientos en tu propia vida. ¿Dónde has visto la señal en lo más oscuro de la vida? Dónde has contemplado esto en el apogeo de la vida? Alegrémonos y regocigémonos porque cuando todo parece que se destruye es cuando se torna glorioso. Hermanos, busquemos al Señor, busquemos su rostro.


Podemos añadirle a este domingo la participación de los dolores del parto a San José, esposo de la Virgen. Muchas veces nosotros nos centramos en la alegría de un niño. Ha nacido el Salvador.


Aquí quiero acentuar el parto de la Virgen. En esta semana la Iglesia con la semana de los O presenta la espectación del parto. Los últimos momentos del embarazo. ¿Será hoy?


Saquemos un momento de ese momento crítico del parto vivido por San José. Como asumió San José todo lo que implica la paternidad en ese momento crítico. Todo eso por el anuncio de una buena noticia que no es sólo una información sino que es una verdad sino que es performativo. Este anuncio lo ha transformado.

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