Queridos hermanos, seguimos avanzando en la semana disfrutando estos ocho días de esta Solemnidad que abarca una Octava. Cada día es una riqueza que nos pone la Iglesia para que descubramos a Jesucristo resucitado en la Liturgia. ¡Cuánto consuelo! ¡Cuanta alegría! Ver cada día el bien que nos hace celebrar la Eucaristía. Ver el encuentro de las mujeres con el Resucitado, el encuentro de María Magdalena con el Maestro, el encuentro de los discípulos de Emaús con el Padre haciendo el haggadá al ver a Jesus partir el pan.
Hoy vemos a los Apóstoles escuchando a los discípulos de Emaús contando la experiencia de como lo reconocieron al partir el pan. Este pan, signo sacramental del misterio, que implica toda la historia.
De improviso, en medio de ellos, les dijo Jesús: "Paz a vosotros." Ellos se aterrorizaron y estaban llenos de miedo. Hemos escuchado la primera palabra de Jesús en este pasaje del evangelio. La siguiente es esta: "¿por qué os alarmáis? Mirad mis manos y mis pies; soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo." Demos ver esta lectura desde el Evangelio que se proclamó el Domingo V de Cuaresma. En este domingo veíamos como todos estaban devastados por la muerte de Lázaro. Jesús llora el no ver este acontecimiento que ha sucedido para que se muestre la gloria de Dios. También el miércoles santo veíamos a Jesús, como sacerdote, que va siendo guiado por las rúbricas del Misal que va indicando qué fórmulas decir y cómo se debe hacer el culto según está escrito en el libro (Sal 40,7-9) y ejecutado al pie de la letra: "El Señor Yahveh me ha dado lengua de discípulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos; el Señor Yahveh me ha abierto el oído. Y yo no me resistí, ni me hice atrás. Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos" (Is 50,4-6). ¿Por qué pongo esto de nuevo? Porque este culto rompe toda lógica humana. No se puede pensar. Solo hacer la voluntad de Dios. Es un culto en espíritu y verdad.
Si vemos en el evangelio algo que deja ver que la mente no llega a comprender la trascendencia de lo acontecido que los Apóstoles no entendían nada. Tenían miedo y no entendían nada. Estaban embotados. Es lo mismo que pasaba con Marta en el momento en que ella dialogaba con Jesús. Parecía que entendía pero no hay concordancia. Incluso, en la última cena no entendieron la novedad de los signos del pan y el vino. Lo entendieron después de la resurrección.
Lo mejor de todo esto es que el escritor Sagrado puso por escrito esto: "Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras" (Lc 24,44). Hay que recordás que este día, en la Mistagogia, trata del problema de la idolatría. Aquí se rompe toda idea que el hombre de lo que puede verse. Si Dios no ilumina no se puede dar un culto agradable al Padre. Lo podemos ver en la antífona de entrada: "Celebremos a coro tu mano vencedora, Señor, porque la sabiduría abrió la boca de los mudos y soltó la lengua de los niños" (Sab 10,20-21). Solamente una persona que haya visto la piedra movida y a un muerto resucitar puede desatársele la lengua. El Señor abre el oído, el Señor desata la lengua cuando ha visto proezas.
El culto agradable al Padre es tener delante al traidor y ese es el que hace que el culto sea perfecto. Judas entrega y Jesús cumple las normas de como debe ser el culto perfecto. Es purificado de toda idolatría. El culto consiste en no tener la razón y por eso Cristo no se resiste para ser el cordero que no abre boca, el Padre que sacrifica a su Hijo y el Hijo ante los hombres ofrece su cuello. El Hijo pide que su Padre lo ate para que razonando cambie el formato de como debe ser el sacrificio y sean rechazado (cf. Aquedah, Targum Neofiti, Resucitó, pag. 18). Una vez que los que había comido y bebieron con él se dieron cuenta, entendieron, en que consistía seguir a Jesús y celebrar la Eucaristía llegaron a ser miembros de este pueblo sacerdotal y reinan sobre la tierra. Así lo dice San Pedro: "Pueblo adquirido por Dios, anunciad las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa" (cf. 1 Pe 2,9). Dios nos ha hecho entender que es lo que le agrada y en que consiste la sabiduría: "¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos lo que agrada al Señor!" (Bar 4, 4).
Pues, cantemos con alegría el cántico de los liberados: "Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos! ¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre ? Porque tú solo eres santo, porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron manifiestos" (Ap 15, 3-4). Todo lo que pasa en nuestra vida es para que se manifieste la gloria de Dios. Por lo tanto, sólo el es Santo, inmortal y glorioso por los siglos. Amén
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