DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO




                 ORACIÓN 


Dios Padre todopoderoso, tú que has hecho una llamada universal a la salvación, dame el discernimiento en mi libertad para entrar por la puerta estrecha, que es el camino de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO.-  


Color verde

 

MISA (C): Propio; Gloria; Credo; Oración de los Fieles Propio; Prefacio Dominical VIII; Plegaria Eucarística III.


LITURGIA DE LAS HORAS: 

Invitatorio: Salmo 94; en el Oficio de Lectura: Te Deum; Domingo I del Salterio y Domingo XXI del Tiempo Ordinario.


LECTURAS BÍBLICAS: 

Is 66,18-21;

Sal 116,1.2 (R/: Mt 16,15);

Heb 12,5-7.11-13;

Aleluya: Jn 14,6bc;

Lc 13,22-30.

OFICIO DE LECTURA: 

Año 1:

Ef 4, 17-24: Vestirse de la nueva condición humana.

Patrística:

De la Constitución pastoral «Gaudium et spes», sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano II: La esperanza de la tierra nueva.


COMENTARIO A LA LECTURAS DE LA MISA:

Lucas cuenta que, durante el camino hacia Jerusalén, un interlocutor anónimo pregunta: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Es una pregunta que sólo Dios puede contestar. El Señor contesta que hay que «esforzarse para entrar por la puerta estrecha». No hay que considerar la angostura de la puerta, sino lo que hay después de ella: la amplitud infinita de Dios mismo. Tampoco basta con participar en la celebración eucarística (comer y beber con él) y escuchar la predicación: hay que ponerla en práctica. Podría ocurrir que nos consideráramos conocedores del Señor e incluso nos vanagloriáramos de ello. Si este conocimiento del Señor no es «en la verdad» puede ser que no nos reconozca, habiendo de escuchar las palabras más tristes del evangelio: «No sé quiénes sois».A Israel le costó mucho aceptar la predicación del profeta sobre los paganos, que algún día llevarían ofrendas santas (en jarras puras) en el Templo, ellos que lo tenían como lugar santísimo y consideraban a los paganos como impuros (primera lectura). Lo mismo dice el Señor: «Y vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur, 

y se sentarán a la mesa del reino de Dios». Que no sea para nosotros «el llanto y el rechinar de dientes» al constatar que el reino de Dios ha sido entregado, a quiénes nosotros (los cristianos) considerábamos extraños y alejados, pero no lo son para Dios. Los que se creían elegidos pueden ser los últimos. Ocuparán el lugar de la vergüenza, no de la desesperación, porque incluso de ellos tendrá misericordia el Señor. En este evangelio resplandece la universalidad de la salvación de Dios. Nadie está excluido de la mesa del reino.

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