DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO


        

                

               ORACIÓN


Señor, tú que dijiste:

<<Aprended de mí,

que soy manso y humilde de corazón>>, ayúdame  a no pretender grandezas  que superan mi capacidad, a proceder con humildad, a acallar y moderar mis deseos, esperando en ti, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO.-  


Color verde

 

MISA (C): Propio; Gloria; Credo; Oración de los Fieles Propio; Prefacio Dominical VIII; Plegaria Eucarística III.


LITURGIA DE LAS HORAS: 

Invitatorio: Salmo 99; en el Oficio de Lectura: Te Deum; Domingo II del Salterio y Domingo XXII del Tiempo Ordinario.


LECTURAS BÍBLICAS: 

Eclo 3,17-20.28-29;

Sal 67,4-5ac.6-7ab.10-11 (R/: cf. 11bc);

Heb 12,18-19.22-24a;

Aleluya: Mt 11,29ab;

Lc 14,1.7-14q.

OFICIO DE LECTURA: 

:Año 1:

2 Re 14, 1-27: Reinado de Amasías en Judá y de Jeroboam en Israel.

Patrística:

De los sermones de san Agustín, obispo: El Señor se ha compadecido de nosotros.


COMENTARIO A LA LECTURAS DE LA MISA:

El sábado no se puede hacer camino, y Jesús, habiendo participado del culto de la sinagoga, acepta la invitación del fariseo. En el banquete, Jesús enseña sobre la humildad. Esta es una virtud difícil de definir. Ya que quien quiere ser humilde ya quiere ser algo y, por tanto, ya no es humilde. Sólo Dios y los demás pueden juzgar si somos humildes. Positivamente sólo se puede decir que la humildad es no pretender nada para sí mismo. A alguien verdaderamente humilde no le importa ocupar el «último puesto» y, si lo hacen ascender a un lugar más principal, sólo puede valorar la bondad del otro, que le hace ocupar un lugar más importante. Para ocupar el primer lugar o ser los primeros siempre hay peleas (las personas son capaces de todo para ocuparlo); para ocupar el último lugar no hay disputas. Hay que ser el último para ser servidor de todos, como el Señor. La enseñanza de hoy no es sólo de educada cortesía. Es mucho más. Es una enseñanza que implica un dato cristológico. El Señor en la cruz ha ocupado el último lugar y, justamente porque ha sido humillado, ha sido ensalzado por la resurrección. El último lugar ha sido santificado por la presencia del Señor. En el texto encontramos la referencia a una boda. Son las bodas de la nueva alianza, donde el Señor, desde la cruz (el último lugar), ha invitado a la fiesta a quienes no pueden recompensar, a quienes la vida ha puesto en el último lugar (los pobres). Ellos son los primeros invitados. Si ellos no lo pueden recompensar, Dios lo puede hacer por ellos, y les da la vida eterna en la retribución final. Una vez más, los pobres son los mediadores de la salvación.

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